La desigualdad y el malestar de las clases medias
El malestar sobre la economía es cada vez mayor y, sin embargo, las estadísticas dicen que estamos cada vez mejor. ¿Qué implicaciones tiene este desacople entre economía y sentimiento económico?
Estos días veía en LinkedIn diferentes reacciones ante un análisis que realizaba El País sobre desigualdad económica y malestar social con la economía.
Sin embargo, creo que en los análisis que se vertían, tanto entre mis contactos en esa red social como en el propio artículo, había elementos que no se estaban contemplando y que son importantes destacar para introducir una reflexión necesaria sobre las clases medias, que son para mí el sujeto clave en todo este malestar.
Por contextualizar, si estáis perezosas para leeros el reportaje de El País, lo que se pone de evidencia en este es que, paradójicamente, en la última década se ha reducido la desigualdad a la vez que se ha incrementado el malestar social sobre la situación económica.
La sorprendente reducción de la desigualdad
Como se ve en el gráfico, la reducción de la desigualdad desde 2014 ha sido muy grande (lógico viniendo de la Gran Recesión), pero creo que lo más significativo es que estamos ya mejor que en 2008.
Es decir, nuestra sociedad es menos desigual que en el momento previo a que estallara la burbuja inmobiliaria y el ciclo de recortes y austeridad que vino en los siguientes años. Esta gran reducción de la desigualdad, especialmente intensa desde que empezaron los sucesivos gobiernos encabezados por Pedro Sánchez (2018, en el gráfico desde 2019 porque va con retraso la estadística) se debe, sobre todo, a la gran creación de empleo1 (y consiguiente reducción del paro), la enorme subida del Salario Mínimo Interprofesional ( el SMI ha pasado de 736€ al mes en el último año de gobierno del Partido Popular en 2018 a los 1.134€ al mes actuales con la última subida aprobada por el gobierno de coalición PSOE-Sumar) y la creación de prestaciones sociales como el Ingreso Mínimo Vital que garantizan ingresos a las personas y hogares más vulnerables2. Estas tres medidas sobre todo han beneficiado a las personas que menos ingresos tenían, incrementando notablemente su renta, siendo el primer decil3 el que más ha visto subir sus rentas4 en los últimos tres años:
Tal y como se ve en la imagen, porcentualmente se ha producido un intenso incremento de rentas de quiénes menos ganan, y sensiblemente menos entre las rentas medias (deciles quinto a octavo especialmente), para subir ligeramente entre las altas5.
El malestar de los de en medio
Y, sin embargo, crece el malestar, tal y como señala el CIS: el 25 % de las personas encuestadas se consideraba preocupado por su situación económica en 2015, pico de la desigualdad en España, mientras que ha subido al 35 % ahora que la desigualdad se ha reducido notablemente.
¿Qué está pasando?
En primer lugar, que la desigualdad es una estadística monetaria muy afectada por variaciones en los extremos: si crecen mucho las rentas de los que menos ganan (o se reducen los ingresos de los que más ganan) la distancia entre extremos disminuye, reduciendo la desigualdad sin ser necesario que se produzcan cambios en la parte media de la distribución.
En este sentido, mientras que los ingresos de los tres primeros deciles subía entre un 22,4 % y un 15,6 %, los sueldos de las clases medias se “quedaban atrás”, creciendo entre un 14,9 % y un 11,8 % o, lo que es lo mismo, perdiendo poder adquisitivo frente a la inflación (de enero de 2020 a diciembre de 2023 esta se incrementó un 16,6 %, haciendo que solo el decil de ingresos más bajos ganara algo de poder adquisitivo, mientras que los dos siguientes se “quedaban como estaban” ante la inflación y el resto, más ricos incluidos, perdía poder adquisitivo).
Por tanto, aunque la estadística mejora, la gente que se encuentra a medio camino en la desigualdad (ni son los más pobres, ni son ricos) se encuentra peor y contribuye a que crezca el malestar entre la gente de ingresos medios ya que ha sido impactada por el incremento de los precios y ven como sus salarios no suben al ritmo suficiente6.
No obstante, aunque el sentimiento de empeoramiento tiene una base real (la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias está ahí y el grueso de las medidas adoptadas por el Gobierno han sido focalizadas en los más vulnerables y no universales) el malestar crece más de lo que ha empeorado la situación de las clases medias porque se está construyendo una narrativa difícil de combatir y que tiene como punto fuerte el sentimiento de agravio.
La ultraderecha y el resentimiento
Esto es, las clases medias de hoy reciben dos mensajes: que la economía va viento en popa y que se han tomado muchas medidas para apoyar a los más vulnerables, pero no a ellos. Estos dos mensajes conllevan una autopercepción de abandono: si la economía crece y yo estoy peor que antes, pero se supone que hay ayudas… ¿Quién las recibe? ¿Por qué no van dirigidas a la gente como yo? son ideas que calan fácilmente, generando ese sentimiento de agravio frente a quienes sí reciben las ayudas y de desconfianza hacia un gobierno que no les interpela, los dos ingredientes del estado del malestar.
Y, de esta situación se beneficia la extrema derecha. Para ellos es muy sencillo llegar a las clases medias con discursos de resentimiento, solo tienen que señalar al último de la fila (el migrante, la persona trans, la víctima de violencia de género, el que no puede pagar el alquiler) insistiendo en que antes todo iba bien, pero ahora todo va mal porque el Gobierno hace más caso a esos colectivos que a la gente corriente, que son a los que ellos representan. Este mensaje es profundamente peligroso cuando se reproduce sin cesar en algunos medios de comunicación y redes sociales: llega a muchísima gente y es difícil de combatir, como se pone en evidencia cada vez que se abren las urnas en algún rincón de Occidente.
Es por eso que se da simultáneamente una reducción de la desigualdad y un discurso cada vez mayor de malestar socioeconómico y desconfianza hacia el Gobierno: la economía crece, el sistema de protección social mejora, pero no están alcanzando a todo el mundo y la maquinaria comunicativa de la derecha está llegando donde la alternativa no lo hace. De forma que, aunque estemos estadísticamente mejor, la percepción social vaya en dirección contraria.
Epílogo
Me estreno en substack con este análisis-reflexión que, aunque podría haber evitado, termina con el pesimismo que siento sobre el futuro de la democracia, tema que últimamente me obsesiona y al que vuelvo constantemente con cualquier excusa (hoy podría haberlo hecho con el autogolpe de estado en Corea del Sur que ha sido evitado valientemente por la oposición en el parlamento y en la calle).
Si no queréis que escriba muchísimo sobre ello, decidlo, proponed temas y no daré la turra. Sé de muchas cosas o se me da bien inventármelas, según a quién preguntéis, así que sentíos libres para escribirme sobre lo que se os ocurra y ya veremos qué se puede hacer.
Actualmente España vive mes tras mes récord de creación de empleo, cada vez hay más personas con trabajo y más cotizantes a la seguridad social.
Miento, el IMV deja fuera a personas en situación administrativa irregular, a las personas jóvenes y se lo pone muy difícil a las personas en situación de sinhogarismo, pero ha supuesto un enorme avance social.
Los deciles es una forma de distribución estadística donde se divide a toda una población en diez grupos del mismo tamaño. Al hablar del decil de ingresos más bajo me refiero al 10% de personas con menos ingresos en España.
El gráfico representa el nivel de ingresos que marca los límites entre los diferentes deciles de población. Esto es, la primera columna marca el límite que separa al decil de menos ingresos (el primero, y que no aparece) del segundo que menos ingresos tiene. Para el primer decil se ha producido un aumento de 1.481,4€, un incremento del 22,4 % en tres años, lo que conlleva que los ingresos del grupo poblacional de menos rentas han subido considerablemente y más que el resto de decilas.
Tampoco una locura, estamos hablando de que formar parte del 20 % que más gana hay que tener unos ingresos de alrededor de 36.000€ brutos al año y que en el último trienio el incremento ha sido de 3.000€ para ese umbral.
Porque sus salarios no están ligados al SMI así que si cobras por encima de este, el empresario no tiene incentivos para subirte mucho el salario si en tu empresa no existe una organización fuerte de los y las trabajadoras. Los sectores económicos con mayor nivel de sindicalización laboral han visto cómo subían más los salarios en la negociación colectiva que aquellos con menos organización de los y las trabajadoras.
Estupendo análisis. Pero ya era hora de que le tocase algo a las clases bajas ¿No?
Pase lo que pase con la ultraderecha, lo más seguro es que asistamos a partir del próximo ciclo electoral un frenazo a esta redistribución para contentar a la clase media. Quizás no sea la mejor solución, pero me parece probable.